La inercia de la Pascua nos acompaña con una serie de festividades que continúan con la fuerza del Resucitado. Nos sentimos bendecidos con este impulso divino que se expande más allá de los 50 días contemplados.
El culmen de la Pascua fue coronado con la fiesta de Pentecostés, a la que le siguieron el domingo de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi.
Entre medias tuvimos unas fiestas menores pero llenas de cariño por las gracias que Dios nos concede al poderlas vivir en comunión con la Iglesia: son las fiestas de María, Madre de la Iglesia; Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
El viernes 16 y sábado 17 de junio celebraremos las solemnidades del Sagrado Corazón de Jesús e Inmaculado Corazón de María. Todas ellas dignas de ser contempladas y rezadas.
Es muy hermoso ser testigos del amor de Dios que vela por nosotros en todo tiempo y lugar. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Aprovechemos esta prolongación de celebraciones junto a toda la Iglesia y vivamos la alegría de Jesús Resucitado. Que Él sea nuestra alegría y nos conduzca a los verdes pastos de la vida bienaventurada.