La oración es un elemento indispensable en la vida del cristiano. Jesús se retiraba a la montaña para orar, para entrar en esa intimidad con el Padre. Además, ante la petición de sus discípulos, Jesús les enseña a orar a través del Padrenuestro.
Estamos seguros, y así lo reiteramos en las homilias, predicciones, pláticas, etc… que la oración es un magnífico medio de entrar en contacto con Dios y así poder hacer en todo su voluntad, a ejemplo de Jesucristo. San Bicente Paúl afirmaba: «Dadme un hombre de oración y será capaz de todo» (SVP XI, 778).
Este ha sido el acicate que ha hecho que desde la parroquia queramos ofrecer este espacio semanal de oración e intimidad con Dios: la Exposición del Santísimo para que toda persona que necesite retirarse un tiempo para orar (sea corto o sea largo), disponga de ese espacio y de esta oportunidad.
Cristo quiso permanecer siempre en medio de nosotros, como muestra de su amor y la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es la mejor muestra del amor incondicional e inventivo de Dios hacia la humanidad.
“Tener los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,5). Este era el consejo que San Pablo daba a la primitiva comunidad cristiana de Filipos y del cual se puede sacar mucho provecho para vivir la nuestra Fe. Pero… ¿Cuáles son esos sentimientos, esos motivos que Cristo guarda en su corazón? Ante todo, un profundo amor al Padre por el que hace todo. El “GPS” que dirigió su vida fue siempre ese: “¡He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad!” (Hb 10,7). Nadir puede amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a quien ve.
El papa Francisco recogerá esta misma idea en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: «La contemplación que deja fuera a los demás es un engaño» (n. 281). También nosotros podemos hacer propios estos sentimientos del corazón de Cristo y aplicarlos en nuestra vida. Mostrarle nuestra gratitud a Dios esforzándonos por cumplir su voluntad en las circunstancias particulares de nuestra vida, ya que sean agradables o arduas. Imitar sus sentimientos comprendiendo a nuestros compañeros de trabajo, de colegio, de oficina, sabiendo que todo lo que les hacemos o dejamos de hacer es a Cristo mismo a quien se lo hacemos (cf Mt 25,40).
Para ello debemos crecer en intimidad con el
Señor y para ello nada mejor que pasar un tiempo en su presencia, ante la Eucaristía en la
custodia o el sagrario.
También en cada exposición pedimos por las vocaciones sacerdotales y religiosas de las que tanta necesidad tiene la iglesia hoy. El Papa Francisco el año pasado con motivo de la anterior jornada expresó en su mensaje el sentido y la importancia de la oración por las vocaciones, decía: “Cuando hablamos de “vocación” no se trata sólo de elegir una u otra forma de vida, de dedicar la propia existencia a un ministerio determinado o de sentirnos atraídos por el carisma de una familia religiosa, de un movimiento o de una comunidad eclesial; se trata de realizar el sueño de Dios, el gran proyecto de la fraternidad que Jesús tenía en el corazón cuando suplicó al Padre: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Toda vocación en la Iglesia, y en sentido amplio también en la sociedad, contribuye a un objetivo común: hacer que la armonía de los numerosos y diferentes dones que sólo el Espíritu Santo sabe realizar resuene entre los hombres y mujeres. Sacerdotes, consagradas, consagrados y fieles laicos caminamos y trabajamos juntos para testimoniar que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el propósito para el que Dios nos ha creado.”
Ven y acompaña al Señor
Lugar: Iglesia nueva de Santa Cruz
Día: Jueves
Hora: 19:30 hh.