Muy probablemente nos hemos hecho -o nos estamos haciendo- preguntas como estás: ¿Cómo elegir lo correcta? ¿Cómo saber lo que de verdad me conviene? ¿No me equivocaré y erraré el camino? ¿Y si fracaso en mis opciones de vida y pierdo amigos, seres queridos, incluso la vida entera?
A veces no sabemos bien cómo manejar la incertidumbre en nuestras propias vida. Cómo hacer para no temer ante el futuro incierto, cuando no conseguimos tener certezas.
Nos da miedo enfrentarnos a lo que no controlalos. No ser dueño de los tiempos. Ni del resultado de nuestras apuestas en la vida.
Nos asusta ver que la paz o la guerra no dependen del deseo de nuestro corazón.
A veces sólo pretendemos asegurarnos el futuro. ¡Tememos tanto la muerte! Nos da tanto miedo perder lo que amamos…
Lo único que debería preocuparnos es vivir de verdad cada momento. Amar sin poner barreras. Soñar con lo más alto, con lo bueno, con lo noble, con lo bello.
Pero en este mundo inquieto y lleno cambios, nos turbamos. Y no sabemos bien cómo hacer para elegir la posición correcta, el bando adecuado, el lugar pacífico.
Unos nos dicen que sigamos un camino. Otros nos señalan el contrario. En los dos hay algo de verdad. En los dos algo es atractivo. No sé cómo optar por mi camino.
Reza un proverbio hindú: “Dondequiera que el hombre pone su pie, pisa cien senderos.
¿Y si no sé descubrir mi camino entre tantos posibles? ¿Cómo hacer para no errar mis pasos, para no dejar heridos con mis opciones de vida, para no hacer más daño? ¡Hay tantas cosas inciertas en este camino que recorro!”
¿Cómo saber lo que Dios nos pide? ¿Cómo saber dónde quiere que entreguemos nuestras fuerzas? ¿Cómo saber cuándo caminamos tomado de su mano?
El Papa Francisco nos ofrece una guía imprescindible para escuchar la voz De Dios:
“El discernimiento es un acto importante que concierne a todos, porque las elecciones son una parte esencial de la vida. Discernir las decisiones. Uno elige la comida, la ropa, un curso de estudio, un trabajo, una relación. En todos ellos se realiza un proyecto de vida, y también se concreta nuestra relación con Dios.
Para discernir es importante, además de rezar, que nos conozcamos a nosotros mismos. Conocerse a sí mismo -nuestra personalidad, nuestros deseos más profundos- puede resultar fatigoso. Pero, aunque cueste, el hecho de detenernos y profundizar en lo que hacemos, sentimos y pensamos nos ayuda a caer en la cuenta de todo aquello que nos condiciona y que limita nuestra libertad para dar la vida por Cristo y ser así verdaderamente felices.
Un instrumento muy valioso para conocerse a sí mismo es hacer cada día el examen de conciencia. Ver lo que pasó por mi corazón ese día. Esta buena costumbre consiste en releer con calma todo lo que vivimos durante la jornada, reconociendo lo que nos seduce y engaña, y distinguiéndolo de aquello que es realmente importante y bueno para nosotros. Ese paciente trabajo interior nos ayuda a integrar todas las dimensiones de nuestra vida y a vivir con autenticidad en la presencia De Dios”.