Es común ver que durante la Semana Santa las imágenes de los templos son cubiertas con una manta color morado, color propio de los tiempos penitenciales de la Iglesia. ¿Pero qué significado tiene esa acción dentro de la Iglesia? ¿A qué reflexión debe llegar el cristiano cuando en Semana Santa vea las imágenes cubiertas? Inclusive en nuestros tiempos muchos ignoran el significado de estas prácticas propias de la Iglesia.
Rezar por la Pasión y la Resurreción de Cristo
Esta costumbre de la Iglesia Católica encierra varios significados y honra una tradición de siglos. Según los escritos del Abad Prosper Guéranger del siglo XIX, esta ceremonia “expresa la humillación a la cual nuestro Salvador se sometió, como es relatado en el Evangelio del Domingo de la Pasión del Señor”.
Se cubre con lúgubre velo la Santa Cruz. El objeto casi único de la meditación durante esos días serán la Pasión y la Resurrección de Cristo. “Cielo de la santa Iglesia – dice Abad Guéranger – se torna triste y sombrío”. En el centro de la liturgia se yergue la santa Cruz, en cuyo honor se entonan himnos de penitencia y misericordia. Hay indicios exteriores de duelo: las imágenes de los Santos cubiertas, pues la Iglesia no quiere distraer su mirada con las bellas esculturas, con los esplendores del arte, ni siquiera con los metales que adornan el signo de la Cruz.
Desde el V domingo de Cuaresma, los crucifijos y cruces de las Iglesias se cubren hasta el final del Viernes Santo, cuando se celebra la Pasión del Señor. En concreto, hasta el momento en el que el diácono o el sacerdote proclama tres veces, mientras descubre la Cruz: He aquí el leño de la Cruz, en la que estuvo clavado la Salvación del mundo. Dicha ceremonia, y la propia oración, no tendría sentido si la cruz no hubiera estado velada previamente. El resto de las imágenes siguen veladas hasta el comienzo de la Vigilia Pascual.
Son días de duelo y la Iglesia se cubre con el velo de la viudez. El tiempo de Pasión está consagrado de un modo especial al recuerdo de los sufrimientos de Cristo por el que hemos obtenido la redención. Cuando veamos el templo vacío, porque ninguna de las imágenes sea visible, pensemos que eso sucede en la Iglesia cuando Cristo no está. Si Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana, y las imágenes en el tempo no tendrían ningún sentido.
Esta vieja costumbre de velar imágenes religiosas, tiene por intensión el ayudarnos a enfocarnos en el aspecto penitencial de esta temporada litúrgica. Nos recuerda de una manera visual que nuestra fe en toda su gloria solo es posible a través de la obra de Cristo en su sufrimiento y muerte en la cruz.
Así como la Iglesia de cierta forma “simplifica” el santuario en estas últimas semanas de Cuaresma con el fin de centrarse en el aspecto penitencial de la temporada, también podemos simplificar nuestros hogares cubriendo con ropas moradas los crucifijos y otras imágenes sagradas. Nos recuerda que Jesús ocultó su gloria durante su Pasión, así también escondemos nuestros objetos religiosos para prepararnos a centrarnos en su Pasión y honrarla.