- Desde este domingo la Archidiócesis de Compostela cuenta con dos nuevos diáconos
- El arzobispo de Santiago, mons. Francisco Prieto, presidió la ordenación diaconal de Enrique Alonso Alonso y Fernando Ramos Guerra Domínguez.
El arzobispo de Santiago, mons. Francisco Prieto Fernández, presidió hoy domingo en la Catedral compostelana, la Eucaristía en la que fueron ordenados diáconos Enrique Alonso Alonso y Fernando Ramos Guerra Domínguez.
En su homilía, monseñor Prieto pidió a los nuevos diáconos que dieran gracias porque Dios los ha llamado y convocado: “Por eso hoy, como nosotros, también damos gracias a Dios, porque habéis acogido esa invitación que os ha hecho, precisamente a recibir hoy en vuestro camino hacia el presbiterado, ese misterio del diaconado, esa diaconía que, no olvidéis, os va y nos va a acompañar siempre como sacerdotes”.
El arzobispo afirmó que es necesario permanecer en esa “diaconía a la que el Señor nos convoca”, porque es ahí donde toma sentido y que calificó con dos adjetivos: por un lado, la diaconía de la samaritana, es decir, la diaconía de aquel que en la vasija de barro lleva el agua vida, de aquel que acoge el don de Dios. Y, por otra parte, la diaconía del samaritano, en el sentido de aquel que unge, del que cura, del que sana, del que sirve arrodillándose y parándose, del que no pasa de largo, sino que “reconoce a Cristo en aquel herido al borde de del camino”.
D. Francisco recordó a los nuevos diáconos que van a ser llamados y convocados a ser ministros como diáconos de la Palabra, “pero de la Palabra que se hace carne”. Y los invito, a que amen y acepten también en ellos la fragilidad y la limitación: “Vais a ser ungidos por la imposición de manos y la fortaleza del Espíritu en el Ministerio del Diaconado. Va a ser una fortaleza que os unja para que, abrazando también vuestra fragilidad, ahí descubráis la fuerza y la gracia de Dios, la que verdaderamente nos sostiene, la que siempre nos acompaña, la que nunca se defrauda, porque Dios no se defrauda de nosotros, nos conoce bien.
El arzobispo los animó a tener siempre palabras y gestos significativos que hablen en ellos del corazón del Evangelio: “nuestra vida es la diaconía del que unge, del que sirve, del que acompaña, del que sabe hacer camino siempre con aquellos que os son confiados, porque vais a ser también vosotros como diáconos servidores de un pueblo al que vais acompañar, y ahí Dios, en medio de ese pueblo, y Dios con vosotros”.
En este sentido, también les pidió ser hombres de fe, fe sencilla, fe pedida y confiada, “como la luz suficiente para caminar, que disipa las tinieblas de la noche”. Y añadió: “sois como diáconos, custodios del servicio en la vida de la Iglesia, custodiar, es cuidar, custodiar, es alentar, custodiar, es consolar, custodiar, es hacer de vuestra vida, gesto y palabra de aquel, que es la palabra y el gesto definitivo del amor de Dios entre nosotros, Cristo el Señor”.
Mons. Prieto se dirigió a todos los asistentes afirmando que “también somos convocados desde esa vocación común en la que el Señor nos ha llamado sus hijos e hijas, en esa vocación bautismal. Todos somos convocados, también, a una diaconía, a un servirnos como una expresión natural, que tiene que hacer que el don de Dios que todos hemos recibido, se expanda, se comunique y se entregue, no olvidéis que solamente nuestra vida, cuando se da, se multiplica, solamente cuando se entrega, se hace fecunda, solamente cuando servimos, lo hacemos en nombre de Cristo el Señor y servimos al mismo Cristo en aquellos hermanos nuestros, a los que servimos, acompañamos, sanamos, y sostenemos·.
Una vez acabada la homilía los candidatos al diaconado manifestaron su deseo de ser ordenados y la voluntad de vivir su ministerio con humildad y el alma limpia para proclamar la fe según el Evangelio y la Tradición de la Iglesia. A continuación, Enrique y Fernando prometieron celibato, oración y obediencia.
Tras el rezo de las Letanías, el arzobispo, a través de la imposición de manos y la plegaria de ordenación, confirió a los candidatos el don del Espíritu Santo para su ministerio diaconal.
Monseñor Prieto presidió esta ceremonia, en la que también estuvieron presentes el Vicario General, el Vicario de Pastoral, el Vicario Territorial de Santiago, rectores y formadores de los Seminarios Mayor y Menor, sacerdotes, miembros del Cabildo de la Catedral, miembros de la Vida Consagrada y laicos.