Nueve meses antes de la fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre), la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue establecida en 1476 por el Papa Sixto IV; Clemente XI la hizo universal en 1708.
Recogiendo la doctrina expresada a lo largo de los siglos por los Padres y los Doctores de la Iglesia, por los concilios y los Papas que lo precedieron, Pío IX proclamó solemnemente en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción de María: “Declaramos, afirmamos y definimos verdad revelada por Dios la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada, por especial gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción”. (Bula Ineffabilis Deus, 1854
España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, siendo el 8 de diciembre fiesta de carácter nacional. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.
¿Por qué celebramos esta fiesta?
La Iglesia enseña que la Santísima Madre fue redimida por Su Hijo, al igual que sucede con nosotros, pero en el caso de ella, de manera anticipada por los méritos de la Palabra hecha carne. Al igual que Eva antes que ella, María no estuvo sujeta a la caída y por ende, al príncipe de este mundo. Sin embargo, a diferencia de Eva, María nunca renunciaría a esa libertad que la gracia de Dios le dio.
El dogma de la Inmaculada Concepción es conocido también como el dogma de la Purísima Concepción. Esta doctrina no debe confundirse la doctrina de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
¿Cuál es la diferencia entre la Inmaculada Concepción y el nacimiento virginal?
La Inmaculada Concepción refiere a que Nuestra Señora fue preservada de la culpa del pecado original desde el momento de su concepción. El nacimiento virginal hace alusión a que Jesús fue concebido y nació no de la carne sino del Espíritu Santo.
¿Cómo sabemos que María fue concebida inmaculada?
Nos lo enseña la Iglesia. En el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma:
Para ser la Madre del Salvador, María fue «dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante». El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como «llena de gracia». En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María «llena de gracia» por Dios había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: «… la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano.
“No debe creerse que Él, el Hijo de Dios, nacería de una Virgen y tomaría su carne, de tener ella la más mínima mancha de pecado original.” – San Bernardino de Siena
¿Quién es la Inmaculada Concepción y por qué?
María, Madre de Dios, es la Inmaculada Concepción. Esto se debe a que fue elegido por Dios y de Él recibió la gracia de ser preservada del pecado original.
El Papa San Juan Pablo II dijo:
“El hombre mira la apariencia exterior, el Señor mira el corazón” (1 Sm 16,7). Y el corazón de María estaba completamente dispuesto a cumplir la voluntad divina. Es por eso que la Santísima Virgen es el modelo de la anticipación y la esperanza… En su corazón no hay sombra de egoísmo: ella no desea otra cosa para ella que la gloria de Dios y la salvación del hombre. Para ella, el privilegio mismo de ser preservada del pecado original no es un motivo de vanidad sino de total servicio a la misión redentora de su Hijo.
¿Por qué eligió Dios a María?
En los números 492 y 493, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:
Esta «resplandeciente santidad del todo singular» de la que ella fue «enriquecida desde el primer instante de su concepción», le viene toda entera de Cristo: ella es «redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo». El Padre la ha «bendecido […] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo» más que a ninguna otra persona creada. Él la ha «elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor».
Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios «la Toda Santa» (Panaghia), la celebran «como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo». Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida