Los cristianos de todo el mundo nos preparamos para ser Peregrinos de esperanza en este Año Jubilar cargado de citas imperdibles tanto en Roma como en nuestra diócesis de Santiago.
El Papa Francisco ya había esbozado sus propósitos subrayando la importancia de la oración como instrumento para restablecer el contacto con Dios y profundizar nuestra dimensión espiritual. El Pontífice nos recordaba en numerosas intervenciones la esencialidad de la oración como pilar fundamental para afrontar los retos personales y globales.
Es precisamente esta esperanza la que inspira el Jubileo 2025, una esperanza en cuyo nombre todos somos peregrinos, en camino hacia un mundo de cambios e incógnitas, pero unidos en la señal de la Cruz, tal y como ilustra el logo del evento.
“[oración] ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla. Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32), que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos.” (de la carta del Papa a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización)
El Año Santo es una ocasión para renovar el vínculo fraterno entre los bautizados, llamados a ser verdaderos testigos del amor de Dios por toda la humanidad, así la oración se convierte en el camino para entrar en comunicación con uno mismo a un nivel más profundo y precioso, hasta el punto de encontrar en nosotros la propia luz de Dios.
También es importante orar con perseverancia, por un apoyo constante y continuo no sólo al individuo, sino también a toda la comunidad, que de la oración saca la energía para transformarse y mejorar.
Que la oración sea, por lo tanto, la brújula que orienta, la luz que ilumina el camino y la fuerza que sostiene en la peregrinación que conducirá a cruzar la Puerta Santa. A través de la oración, podremos llegar con un corazón preparado para acoger los dones de gracia y de perdón que el Jubileo nos ofrece, en cuanto expresión viva de nuestra relación con Dios. Sumerjámonos, pues, con la oración, en un diálogo continuo con el Creador, descubriendo la alegría del silencio, la paz del abandono y la fuerza de la intercesión en la comunión de los santos.
Oración del Jubileo
Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén